Ha llovido todo el día. Me llaman de Staples para decirme que no tienen los materiales para encuadernar la tesis, así que salgo de la biblioteca, sin paraguas, hasta el coche para ir a recoger las copias y buscar otro sitio. Encuentro un Fedex y me quedo trabajando allí un rato, hasta que me las entregan ya encuadernadas.
Vuelvo a la universidad para entregárselas al comité: los tres profesores de filosofía más los dos —a los que no conozco personalmente— que sirven de secretary y chair, una de teología y uno de derecho canónico. Será porque es viernes, pero me sorprende lo vacío que está McMahon Hall a las 4:30 pm. Entro al área de las oficinas de teología y me encuentro con un profesor con el que tuve muchas conversaciones cuando estaba escribiendo la tesis del Máster, que fue sobre san Agustín, “mi primer amor”. Se entusiasma al ver la tesis, comentamos si Agustín habría leído el Fedro, y me dice que ha escuchado comentarios muy positivos sobre mis clases. Le cuento por qué me hace gracia que me lo diga, pero insiste. Terminamos hablando de fútbol y me cuenta que Colombia tiene ahora un gran equipo.
Luego voy en busca de las oficinas de Derecho Canónico, pero todo está cerrado. Veo una mesa con un sobre para Dr. M., el mismo al que le iba a dejar la tesis, así que la dejo ahí, con un post-it, un poco desamparada. Finalmente, paso por Aquinas Hall, el edificio de filosofía, que está igual de vacío y oscuro que McMahon, y también dejo las tres copias allí, sin supervisión, flotando en el océano, esperando a que lleguen a buen puerto.
Por la noche, The Boy and the Heron.
LA VOZ DEL VOCALISTA
José Carlos Rosales
La vida es una fiesta desde que tú me miras,
una fiesta continua como nadie recuerda.
Los camareros pasan sus bandejas de vidrio
ofreciéndonos siempre canapés de alegría
o delicias sin nombre sobre un lecho de plumas.
Las guirnaldas adornan el jardín que antes era
laberinto sin dueño, desolado y ruinoso.
Y en los bancos conversan comensales venidos
de países lejanos: con sus trajes de seda
y su extraña elegancia, nos recuerdan que el mundo
es ahora más grande. Una orquesta desgrana
antiguas melodías, y hay bebidas violeta,
azules y moradas, frutas desconocidas,
animales salvajes, trapecistas y magos.
La vida es una fiesta desde que tú te quedas
en el jardín que estuvo tanto tiempo vacío:
hay fuegos de artificio y la gente sonríe
mientras algunos bailan y otros miran el cielo
desde aquella terraza a la que llega tenue
la voz del vocalista. Alguien alza una copa
y brinda por nosotros. Todo está iluminado.
Desde que tú me miras la vida es una fiesta
donde el viento y la lluvia aún no han sido invitados