Le tengo mucho cariño al 23 de abril: festividad de san Jorge, patrón de los caballeros, y día del libro y de las letras, por el aniversario del fallecimiento de Cervantes y Shakespeare —según la tradición— y del Inca Garcilaso, español de dos mundos y padre de las letras hispanoamericanas. Todo por celebrar: la caballería, la santidad, las buenas letras, la comunión del mundo anglo (que ya siento muy mío) y el panhispánico (más mío aún).
Hoy es, entonces, el día ideal para traer el soneto de Shakespeare que se hizo viral el año pasado gracias a la maravillosa declamación de Judi Dench. Me entusiasmó y me inspiró a memorizarlo. Luego, le pedí a mis estudiantes que lo memorizaran también. En el último mes de clases lo leíamos juntos al comienzo de cada clase. Les dije, con ingenuidad de Abuela Sauce, que algún día me lo agradecerían. A mí —eterna insatisfecha— me ha resultado un poema muy consolador, muy fácil de sobrenaturalizar. (Aquí, la traducción al español de E. G.-Máiquez)
SONNET 29
William Shakespeare
When, in disgrace with fortune and men’s eyes,
I all alone beweep my outcast state,
And trouble deaf heaven with my bootless cries,
And look upon myself and curse my fate,
Wishing me like to one more rich in hope,
Featured like him, like him with friends possessed,
Desiring this man’s art and that man’s scope,
With what I most enjoy contented least;
Yet in these thoughts myself almost despising,
Haply I think on thee, and then my state,
(Like to the lark at break of day arising
From sullen earth) sings hymns at heaven’s gate;
For thy sweet love remembered such wealth brings
That then I scorn to change my state with kings.