Voy tarde para la publicación de hoy… ¡Muchas celebraciones!
¡Ayer fue un gran día! Me sorprendió lo tranquila que estaba esa mañana. Sería, en gran medida, la oración y los ánimos de tantas personas: los múltiples mensajes que vi a primera hora —alguno me sacó lágrimas— y los que iban llegando a lo largo del día. Pasé la mañana en la biblioteca, dándole más vueltas a la presentación inicial.
En nuestra universidad la defensa no es un acto público. Es en la sala de juntas de la oficina del decano. El doctorando y los cinco profesores se sientan en una mesa larga. El doctorando en un extremo y el que preside la defensa (un profesor de otra facultad) en el otro, con dos profesores a cada lado. Se puede pedir autorización para que alguien más atienda la defensa, desde una silla en una esquina, no en la mesa. A la mía ha venido J.M., una amiga que está haciendo el doctorado en historia. Como las defensas son privadas, hay un cierto misterio sobre lo que pasa tras la puerta, así que ayuda bastante a preparar la propia haber logrado entrar en la de alguien más.
M. y G. vinieron justo antes del comienzo a darme buenos ánimos y R. y A. vinieron al final. R. trajo un ramo de flores con unos cardos, que saben que me gustan porque tenemos una amiga en común a la que le gustan especialmente. Me lo dijo: “I knew you’d like the thistles because M. likes them!” Me pareció un gesto precioso: una manera de traerme a M., que vive en California y con la que me hubiera encantado celebrar.
La defensa salió bien. Tuve un pequeño momento de pánico al comienzo de la presentación —tropiezo, en blanco, un corto silencio en busca de un buen viento, ¡y bien, adelante!— pero el resto fluyó como agua de río. Estaba esperando una defensa “poco amigable”, con un tono más de examen, pero me sorprendió la cordialidad, el buen ánimo, el tono conversacional. Dr. M., el profesor de derecho canónico que presidía (según The Hollywood Report es un “self-confessed conclave super-nerd”, así que es el hombre del momento en estos días), incluso hizo un comentario, que me sorprendió, sobre mi entusiasmo.
Salimos de la sala de juntas, deliberación, vuelta a la sala, ¡felicitaciones! Champagne, y fin. Sin más comentarios, un rato de conversación informal sobre otros temas (cónclave, etc.) y ya está. R. y M. me acompañaron a la Basílica, a dar gracias y a dejar algunas flores en la capilla de la Virgen de Guadalupe.
Lo celebramos en casa a lo grande. Un montón de detalles emocionantes. Vinieron también mis dos amigas colombianas y otras dos de la universidad. Pusimos las luces colgantes en el jardín y encendimos el primer firepit del año. Justo cuando llegó mi directora de tesis, alrededor de las 9:30 p.m., hicimos un brindis. Estaban allí las personas a las que más quiero en D.C.: la mejor parte de la tesis, como digo en los agradecimientos, lo que más ha valido la pena de estos años in the U.S.
AMISTAD
Mario Míguez
Difícil, rara, escasa entre los hombres,
la amistad verdadera es misteriosa:
claramente, sin duda, un don divino.
Y por eso es sagrada: Quien la encuentra
debe cuidarla fiel en su pureza
porque es, como el amor, un sacramento.
Si estás con un amigo ya probado
y en la mutua confianza generoso
¿acaso juntos no participáis
de un ámbito secreto en que sois libres?
¿no hacéis ambos de lo íntimo algo puro?
Tú con él, al igual que hace él contigo,
como un orante has roto las barreras,
y hablas ya sin temor de ti y tus cosas,
mejor que en soledad contigo mismo.
Enhorabuena doctora!
¡Enhorabuena, Marcela!