He venido a Nueva York a despedirme de Estados Unidos, por así decirlo, y de algunas personas. Como el desayuno parece ser el tiempo perfecto para la vida ajetreada de esta ciudad, he desayunado doble: primero, rápidamente, cerca del Empire State, con quienes me han sabido acoger tan bien en este país y luego, con más calma, con una amiga colombiana, bajo el Rockefeller Center.
Me han dejado un pase para ir al Frick, que acaba de reabrir después de cinco años de remodelaciones. Había ido antes de la renovación, pero ha sido como ir por primera vez. Me ha encantado. Me gustan los museos que son más casas que “espacios absolutos”, también porque suelen tener el tamaño ideal para verlo todo con calma, sin sensación de estarse perdiendo uno de algo, ni prisas para llegar a más. Las explicaciones de las audio guías me parecieron estupendas (en casa hemos visto un par de Cocktails with a curator, siempre excelentes). Casi no encuentro el conejo y el Martín Pescador en el cuadro de san Francisco de Bellini que mencionaba la audio guía, así que estuve allí un buen rato, dándole la espalda al Tomás Moro de Hans Holbein, donde luego me entretuve otro rato. Es un retrato perfecto.
Me hizo ilusión ver “The Polish Rider” (“uno de los grandes poemas del mundo”) porque me acordé del poema de Frank O’Hara que tanto me gusta y me hizo ilusión que la audio guía hablara de él. Como lo puse ya en la otra antología, lo cuelo en el link y pongo aquí el verso clave:
I look
at you and I would rather look at you than all the portraits in the world
except possibly for the Polish Rider occasionally and anyway it’s in the Frick
which thank heavens you haven’t gone to yet so we can go together for the first time
Lo escuché en la audio guía y pensé en el poema de Amalia Bautista de hoy, que releí hace unos días al enterarme de la noticia de la publicación de un nuevo poemario con el título de este poema. Es una antología de algunos de sus poemas ya publicados y otro inéditos. Muchas ganas de leerlo.
Después de dar una pequeña vuelta en bicicleta por Central Park he ido a visitar a C., una compatriota de Medellín, que creo que ya cumplió los 90 años y tiene Alzheimer. Hace años no la veía, pero me encontré con la misma alegría que tanto la caracterizaba. Me hablaba de sus padres como si estuvieran vivos, de Medellín, y me contó varias veces, cada vez con matices diferentes, de cuando conoció a la Madre Teresa de Calcuta (tiene una foto con ella colgada en la habitación). A C. siempre le ha gustado contar historias y no ha perdido nada de ese deseo. Me pareció interesante seguir cómo iba cambiando la historia, qué era lo inamovible y qué lo que se iba recreando según iba hilvanando las palabras.
Bicicletas, coches y peatones se codean en Nueva York, en ese ritmo constante, casi un baile, que sabe saltarse los semáforos en rojo, esquivar a uno y a otro por milímetros, con armonía, sin pausa. El constante zumbido de la ciudad.
INVITACIÓN AL VIAJE
Amalia Bautista
¿Cuándo iremos al mar,
tú y yo, juntos y solos?,
¿cuándo podremos ir al mar?, ¿podremos?,
¿iremos algún día tú y yo al mar?
no conozco la arena entre tus dedos,
ni el olor de la crema protectora en tus hombros,
no he escuchado contigo el rumor de las olas,
ni he besado la sal en nuestros labios.
No sé lo que es quedarse
a tu lado en silencio mirando el horizonte.
No he visto el mar contigo.
No sé lo que es el mar.