141. Sonreír con la alegre tristeza del olivo (Miguel Hernández)
"No cansarse de esperar la alegría"
El martes he pasado a despedirme de D.C.S, a quien considero un auténtico maestro. Me ha dicho que a uno nunca se le pasa la sensación de ser un fraude, que él también lo piensa con frecuencia. Normal que lo diga cualquier mortal común y corriente, pero ¡que lo diga él! No se me ocurre mejor forma de invalidar el sentimiento y enfrentarse a él con cierto humor: si alguien como DCS puede sentirlo, es que de entrada tiene algo de ridículo.
Justo cuando me cambió el plan de la cena, me llama B., que está de visita de España, y me dice que está de camino a la universidad, así que terminamos cenando juntas, poniéndonos al día de los últimos 15 años. Me sorprende que ya pueda contar en décadas lo que aún me parece bastante reciente.
Más despedidas: de T., C. y su familia. Me entró la duda de si me había quedado más de lo debido en su casa… y cuando iba saliendo y vi el móvil, me di cuenta de que me había olvidado de recoger a N. en el aeropuerto. Un olvido desconcertante, muy del caos de estos días.
SONREÍR CON LA ALEGRE TRISTEZA DEL OLIVO
Miguel Hernández
Sonreír con la alegre tristeza del olivo.
Esperar. No cansarse de esperar la alegría.
Sonriamos. Doremos la luz de cada día
en esta alegre y triste vanidad del ser vivo.
Me siento cada día más libre y más cautivo
en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría.
Cruzan las tempestades sobre tu boca fría
como sobre la mía que aún es un soplo estivo.
Una sonrisa se alza sobre el abismo: crece
como un abismo trémulo, pero valiente en alas.
Una sonrisa eleva calientemente el vuelo.
Diurna, firme, arriba, no baja, no anochece.
Todo lo desafías, amor: todo lo escalas.
Con sonrisa te fuiste de la tierra y del cielo.