Hace casi 10 años mi amiga V. lidera talleres de escritura creativa y hace asesorías a quienes tienen un proyecto literario entre manos. Esta vez uno de los talleres ha coincidido con mi visita, así que me he apuntado la mañana del jueves. “El consultorio literario” tiene lugar en el consultorio de psicología de su madre y, aunque sé que V. evita que sus talleres se conviertan en una especie de terapia, es inevitable que los ejercicios, que tienen como punto de partida la propia biografía, abran ciertas heridas o arrojen luz en recovecos ignorados. Una persona llora al hablar del padre que se fue cuando era niña, alguien recuerda el asesinato de un amigo adolescente o la muerte del abuelo —la persona de la familia que mejor lo comprendía— seguida del secuestro de la madre. Me acuerdo de que estoy en Colombia y de los dramas que siguen afligiendo a nuestra tierra, las historias que pueblan muchos corazones y que anhelan una articulación que les de sentido.
Al taller me ha llevado A., una joven chica taxista y estudiante, amiga de mi madre, guapísima y enamoradísima de Dios. Salí auténticamente evangelizada y con cierta vergüenza ante mi tibieza: “No te amo más que esta”.
Después del taller hemos ido a almorzar y a tomarnos una café mientras (más o menos) leíamos. Luego hemos ido a recoger a sus hijos para ir a visitar a A., que también tiene un niño pequeño. Estaba dormido cuando llegamos y nos dio tiempo para hacer galletas hasta que se despertara.
A falta de hermanos (y de primos natalistas), es hora de ejercer de tía con los hijos de mis amigas.
A COURSE IN CREATIVE WRITING
William Stafford
They want a wilderness with a map—
but how about errors that give a new start?—
or leaves that are edging into the light?—
or the many places a road can’t find?
Maybe there’s a land where you have to sing
to explain anything: you blow a little whistle
just right and the next tree you meet is itself.
(And many a tree is not there yet.)
Things come toward you when you walk.
You go along singing a song that says
where you are going becomes its own
because you start. You blow a little whistle—
And a world begins under the map.