Dos caminatas con mi prima: una por la carretera, al lado del río, hasta el cultivo de flores, y otra por los caminos selváticos que ha abierto un primo en lo que es ahora una reserva natural. Es el puro monte, denso y caótico, así que nos acompaña A. como guía, con machete en mano para ir abriendo camino. Pasamos por las “pistas de baile” del manacus manacus, un parajillo pequeño pero con un baile de cortejo fascinante.
He jugado mucho con el pequeño J.C. que viene a sacarme de mí misma: “prima, ¿jugamos?” Y aunque a veces le doy largas, ¿cómo decirle que no, con lo adorable que es?
J.D. me ve leyendo Guerra y paz y me envía un relato de Tolstoi que le encanta: “¿Cuánta tierra necesita un hombre?” A ver cuándo lo leo.
Me siento, por primera vez en un buen tiempo, a escribir un poema, al atardecer, cuando las chicharras empiezan su coro y las golondrinas llenan de repente el cielo.
WORK WITHOUT HOPE
Samuel Taylor Coleridge
All Nature seems at work. Slugs leave their lair—
The bees are stirring—birds are on the wing—
And Winter, slumbering in the open air,
Wears on his smiling face a dream of Spring!
And I, the while, the sole unbusy thing,
Nor honey make, nor pair, nor build, nor sing.
Yet well I ken the banks where amaranths blow,
Have traced the fount whence streams of nectar flow.
Bloom, O ye amaranths! bloom for whom ye may,
For me ye bloom not! Glide, rich streams, away!
With lips unbrighten'd, wreathless brow, I stroll:
And would you learn the spells that drowse my soul?
Work without Hope draws nectar in a sieve,
And Hope without an object cannot live.