En la primera caminata selvática, A. nos dijo que ya habían abierto caminos hasta la cumbre de la montaña, pero como teníamos poco tiempo, nos contentamos con el trayecto corto. Más tarde, miraba yo la montaña desde la finca, con ganas de volver y adentrarme en la selva, pero sabía que necesitaría la guía de A., que estaba ocupado en las muchas otras labores de la finca. Tuve que esperar hasta el final, cuando ya mitad de la familia se había ido, para ir.
Tener a A. de guía era imprescindible. Me iba señalando los caminos del gurre (armadillo) y las posibles guaridas de otros animales. Me señaló una, posiblemente de un animal un poco más grande, como un tigrillo. Me explicó que las entradas de las guaridas de animales más pequeños estaban más limpias porque los pasos más cortos terminan por barrer las entradas. Me mostró una zona donde hacía años habían hecho unas excavaciones, tratando de encontrar un tesoro (una “guaca”), porque había un limonero por donde se decía que espantaban. Me contaba también que había sido una zona de guerrilleros, donde habían secuestrado y, posiblemente, asesinado y enterrado a varias personas, y me señaló un lugar donde él pensaba que había un entierro.
No había traído agua y el calor ya se iba haciendo sofocante, cuando me preguntó si quería “bogar agua” de los bejucos. Agua, lo que fuera, sí. Como si fuera un Moisés, cortó un pedazo del tronco y lo levantó para que tomara del agua que empezaba a salir, milagrosamente, para curar nuestra sed. Seguimos subiendo y me decía: “No toques esta planta: corta como un cuchillo” y yo veía una planta no muy distinta a una que había cogido antes y que llevaba colgada al cuello. O: “Cuidado que puede haber una culebra debajo de las hojas que estamos pisando”. Todo el suelo del bosque era una capa gruesa de hojarasca y madera descompuesta así que cada paso era un acto de confianza. Tenía la sensación de que salir ilesa sería extraordinario. Todo bien.
SUMMERTIME
Peter Cooley
First day of summer when you were a child,
the morning school was over until fall.
Remember how you slept a little late, then woke
to feel the day was open like the sky,
the windows watching you, your room their blue?
You’d never have to go to school again.
Fifty, sixty years later I’ve gone back
to be that child again: sun on my face
waking in June, waking without a rush
to go, to be, to do, to carry on
some fragment of my life from yesterday.
This picture holds time-still and dying-still.
You can be both the mother and the girl
and the-ducks-stared-at-and the wide water,
everything held in suspension of the past.
You can be watched and watcher, stilled and still.