Aunque seamos pocos en este Jardín, el regreso a España añade una pequeña dificultad a esta tarea de la siembra. “Mi gente” de Estados Unidos no visitaba este Jardín. Casi nadie sabía de su existencia y la barrera del idioma lo hacía relativamente inaccesible, así que podía hablar sin demasiadas contemplaciones del profesor del que recibí tanto apoyo en un momento difícil, o del que me dirigió la tesis del Máster, o de una u otra conversación. Nada revelador ni imprudente, pero que me daría cierto apuro escribir si existiese la posibilidad de que le llegara a esas personas.
Lo pienso ahora porque ayer he ido por primera vez a mi nueva universidad, la UFV, y noto que se me hace un poco difícil escribir con cierta candidez sobre el día a día. Quizá ahora sea el momento de ir un poco más a la poesía: a lo más mínimo del día, lo que está más en peligro de perderse con el tiempo.
Las primeras impresiones, en todo caso, han sido muy buenas y me ha hecho ilusión ver caras conocidas, sobre todo a R., de la época de Pamplona. Nos hemos paseado por la Universidad y me ha explicado un montón de cosas que nadie te diría oficialmente, que sólo puedes saber bien viniendo de alguien que esté dentro, que recuerde lo que supone llegar a un sitio por primera vez y que te conozca. Una suerte.
La única decepción: la no-biblioteca. Ya me había imaginado que la biblioteca sería lo que más echaría de menos de Catholic University, cuyos servicios equivalían a tener un superpoder (muy poca distancia entre el querer y el tener), así que ya tenía ajustadas las expectativas. Pero en todo caso, esperaba una biblioteca universitaria, algo un poco menos casero. Para quien piensa que el alma de una universidad está, en gran medida, en su biblioteca, ha sido un poco desconcertante. Me ha consolado pensar en el Fedro, el diálogo de la tesis, y la crítica a la escritura como un recordatorio salubre de que al fin lo que importa son las palabras vivas en el alma.
Un poema de Miguel d’Ors, “¡Cuánto es un poco!”, me ha llevado al poema de hoy, que d’Ors menciona al hilo de un listado de bendiciones sencillas como “que al abrir el grifo te responda el agua”, que tengas “a Benny Carter tocando Sweet Lorraine”, “o leer una vez más “Manos de jardinera”, / ese maravilloso poema tuyo / que escribió Andrés Trapiello.”
MANOS DE JARDINERA Andrés Trapiello Mains en songes, mains sur mon âme Sagesse Te avergüenzas de ellas y ellas mismas no saben esconderse, como esa muchacha que en el baile procura no ser vista y evitar con ello, y evitarse, un desengaño. Prímulas y petunias, primaveras, verbenas y jazmines, y sobre todo rosas, toda clase de rosas, amarillas, rojas, blancas, rosas rosas, de seda y de cendales, perfumadas y graves, se cobraron en ellas su tributo: ya no son manos de señorita. Y cuando ya nos dejes y vayas a reunirte con las raíces, te reconocerán en esa poca tierra que te quedaba entre las uñas y que en tanta paciencia se lavaban, volviéndote más tímida y misántropa. Qué fiesta van a hacerte, coronando tu frente con guirnaldas, ciñendo tu cintura con las mejores flores y en los labios besándote con menta. Como estaré a tu lado, diles cuánto te amaba y que me dejen ver el jardín de la sombra como miraba en vida el otro, que estropeó tus manos.