Me desperté con dolor en todo el cuerpo, tos y congestión. Pensé quedarme en casa, pero ya le había prometido a M., que la acompañaría a ver algo de Bogotá que redimiera un poco la pobre impresión que tenía la ciudad. M. había estado sólo un día, antes de continuar su viaje hacia Ecuador y ahora tenía una mañana más en la ciudad antes de regresar a Barcelona. El último chance de Bogotá para lucirse un poco. Al menos supo ponerse las galas de un buen sol. Subimos al Cerro de Monserrate (sic) en funicular, nos paseamos un poco por la cima y rezamos una Salve en la capilla dedicada a la Virgen de Montserrat. Está todo mucho más bonito de lo que lo recordaba. Había unas vistas estupendas de Bogotá, una vegetación exuberante, y un pajarillo (un copetón) que cantaba emocionado.
Cuando bajábamos, M. dijo que se iba con otra imagen de la ciudad. Misión cumplida. La idea era ir después a la Plaza de Bolívar y a la Catedral, pero nos entretuvimos primero en los Museos del Banco de la República, a los que no había ido antes. Sólo recordaba haber entrada en la Casa de la Moneda, pero ahora es todo un complejo que también incluye el Museo Botero y MAMU (Museo de Arte Miguel Urrutia). Me entusiasmó especialmente ver las obras del Museo Botero: además de las del propio Fernando Botero, estaba Chagall, Georges Rouault, Max Beckmann, varios Picasso… todos donaciones de la colección personal de Botero.
Nos sorprendió un poco que hubiera tanta seguridad para acercarnos a la Catedral, pero como es Colombia, tampoco es que fuera inaudito, así que pasamos el control pacientemente y sólo cuando estábamos ya cerca de la entrada un policía vio lo poco bien vestidas que íbamos y se percató de que seguramente no éramos parte del funeral. Sólo entonces nos enteramos que estaba a punto de empezar el funeral de Nydia Quintero, ex-primera dama y abuela de Miguel Uribe, que ya tiene una nueva intercesora más cerca del cielo.

SONETO A UN CANTICO ESPIRITUAL
Manuel Altolaguirre
Cruzó el césped tu sombra y presuroso
alcé la vista por seguir tu vuelo,
mas la alegría del azul del cielo
me hizo olvidarte, pájaro piadoso,
hasta que arriba comenzó armonioso
tu canto a dar señales de tu celo,
notas tan dulces y amorosos que lo
hicieron ser el centro de un glorioso
ámbito de cristal donde domina
más que la luz, la música extremada.
Alcé la vista para oír tu canto
que en el azul alegre me ilumina
Sombra y canto movieron mi mirada
y la movieron largamente al llanto.