Hoy he estado casi todo el día en el sótano, dándole vueltas a la tesis. Tendría que haber empezado una nueva sección, pero he vuelto a lo anterior: una nueva nota al pie por allí, otro párrafo por allá. Al final, he terminado en varios rabbit holes, que son más bien agujeros de gusano, porque terminas en otra galaxia sin saber muy bien cuánto tiempo ha pasado. He releído trozos de la tesis de R.B., que también va sobre el Fedro, y me ha vuelto a asombrar lo buena que es. Ambos tenemos la misma admiración por D.C. Schindler—el mejor filósofo católico en la actualidad, diría yo—así que reconozco en sus palabras y en sus referencias un mismo aire de familia. Lo digo sin envidia y con admiración: es la tesis que quisiera haber escrito yo.
El poema de hoy es de Mala Yerba, el último poemario de mi amiga Carmen, que está lleno de poemas diáfanos y sencillos como el agua, el aire, la luz. Es, también lo digo sin envidia y con admiración, la clase de poesía que quisiera escribir. El poema es una declaración de principios y el verso final es más que una aspiración: describe lo que logra sin falla en cada poema.
LA MONEDA
Carmen Fernández Rey
Como quien pide suerte
tirando una moneda
al fonde de un estanque
me he puesto a escribir este poema.
Puede que me sonría la fortuna.
Puede que al fin se cumpla mi deseo:
cuánto quisiera
llegar a lo más hondo
y desde allí brillar bajo las aguas.
Sí, el sótano es un buen lugar para pensar, hilvanar, descubrir, discurrir, empezar de nuevo cabalgando una idea... para descubrir más tarde que ya la había desechado por idea-inútil-callejón-sin-salida y, en vez de enfurruñarse, ¡la próxima saldrá bien!, pensarlo: hacer una tesis es como es.