Hace días fui a visitar a una tía de un primo, que vive sola y tiene unas heridas en las piernas que la mantienen en casa. Tiene la suerte de contar con dos personas que se ocupan de todas las tareas de la casa y la cuidan de maravilla. Me invitaron a que volviera a almorzar otro día e incluso me preguntaron qué me gustaría comer. Aunque sí que pensé en que me gustaría, me daba un poco de vergüenza pedir un menú para mi visita, así que les dije que cualquier cosa me haría ilusión. He ido hoy y la ilusión ha sido máxima. Era justo lo que me había soñado: un ajiaco (una sopa de pollo y papa) buenísimo, y con muy buena compañía.
He intentado ir de compras: fracaso.
S. me ha recordado que tenía cinco libros míos que le había dejado hacía años para que los custodiara. (También le había dejado unos a alguien en Estados Unidos, pero no aguantó el peso de la custodia y en cuestión de un mes me los envió a España. Los años que S. ha cargado estos libritos de un lado a otro ya me parecen heroicos). No me acordaba siquiera cuáles eran y me hizo ilusión recuperar tres: Las siete barbies solteras de Rocío Arana, Tan bella, tan cerca de JM Mora Fandos y Only the Lover Sings, de J. Pieper.
DE A RATOS
Circe Maia
De a ratos, el lenguaje
se vuelve pobre, débil instrumento.
Los ruidos de zapatos, de motores
todo el rumor que sube de la calle
son signos, son sentidos
más que este turbio polvo de palabras.
Y esta terca manía, ahora mismo
a santo de qué?
Sigo
negras líneas rayando los papeles...
Y sólo porque a veces
—y sólo, sólo a veces,—
Un golpe de la luz sacude sombras
sobre la voz llovidas,
se cae una corteza,
se desprende una cáscara
y las palabras dan la cara limpias
nuevas, vivas, lavadas.