21. The Darkling Thrush (Thomas Hardy)
Día festivo por Martin Luther King. Este año ha coincidido con la inauguración presidencial, pero entre la nieve, la ausencia de Twitter y el sótano, estoy como en hibernación y no me entero mucho de lo que pasa más allá del bosquecillo del barrio. Mi preocupación de hoy, aparte de la omnipresente tesis, ha sido la identificación de un pájaro que escuché ayer por primera vez y que hoy volví a escuchar en el mismo sitio, de camino al bosque. Ni Merlin ni BirdNet lo han identificado. A darkling thrush? ChatGPT me ha hecho un espectrograma y ha concluido que es un sonido artificial, probablemente un “sistema de disuasión de aves o control de plagas”. Vaya decepción.
Me he acordado de este pasaje de la Crítica del Juicio de Kant que habla precisamente de este tipo de decepción:
No hay nada que los poetas hayan ensalzado, más que hayan hallado más delicioso que el canto del ruiseñor que se hace oír en una selva solitaria durante la calma de una noche de estío, a la dulce claridad de la luna. Sin embargo, si alguno, queriendo agradar y para entretener sus convidados los conduce, bajo pretexto de hacerles respirar el aire de los campos, cerca de un bosque donde no existe ningún cantor de esta especie, sino donde se ha ocultado un joven revoltoso que sabe perfectamente imitar el canto de esta ave (con una caña o con un junco), así que se aperciban el ardid nadie podrá escuchar más este canto que soñaba momentos antes tan encantador; y lo mismo sucederá con el canto de las demás aves. No hay más que la naturaleza, o lo que tomamos como la naturaleza, que pueda hacernos referir a lo bello un interés inmediato.
THE DARKLING THRUSH
Thomas Hardy
I leant upon a coppice gate
When Frost was spectre-gray,
And Winter’s dregs made desolate
The weakening eye of day.
The tangled bine-stems scored the sky
Like strings of broken lyres,
And all mankind that haunted nigh
Had sought their household fires.
The land’s sharp features seemed to be
The Century’s corpse outleant,
His crypt the cloudy canopy,
The wind his death-lament.
The ancient pulse of germ and birth
Was shrunken hard and dry,
And every spirit upon earth
Seemed fervourless as I.
At once a voice arose among
The bleak twigs overhead
In a full-hearted evensong
Of joy illimited;
An aged thrush, frail, gaunt, and small,
In blast-beruffled plume,
Had chosen thus to fling his soul
Upon the growing gloom.
So little cause for carolings
Of such ecstatic sound
Was written on terrestrial things
Afar or nigh around,
That I could think there trembled through
His happy good-night air
Some blessed Hope, whereof he knew
And I was unaware.