Decía que el retiro fue un poco accidentado porque tuvimos un virus haciendo estragos. El primero en caer fue el sacerdote, así que tuvo que venir otro—de Colombia y experto en Newman—a tomar el relevo. Con tantas personas enfermas hubo bastante movida para llevar las comidas, comprar medicinas, etc.
Al terminar, salí triunfante, con la certeza de que la peste había pasado de largo por el dintel de mi casa, y me fui con S. y L. a disfrutar del verano de Florida en la playa. (No me esperaba que fuera a haber un ambiente tan veraniego, pero hizo un tiempo estupendo y el pueblo estaba rebosante de turistas en sus pintas playeras).
Enrique García-Máiquez tiene una glosa preciosa al apotegma de Karen Blixen: “La cura para todo siempre es el agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar”. Después de comentar el sudor y las lágrimas, llega al mar:
El último reducto, el mar. Su inmensidad frente al goteo del sudor y las lágrimas resulta imponente. Viene bien porque el mar, con su belleza, nos abisma en la trascendente verdad de la Creación. Nos recuerda que, aunque tengamos males a los que enfrentarnos, el mundo fue bien hecho. La realidad, en su extrema hermosura, es siempre inmensamente mayor que nuestros trabajos y nuestros sufrimientos. Decía Chesterton que éste no es el mejor de los mundos posibles, pero que este mundo haya sido posible es lo mejor que cabe imaginar. Frente al mar o bajo un cielo estrellado o a la sombra de una higuera es imposible darle al mal demasiada o ninguna entidad ontológica.
Con ese espíritu agradecido he ido a la playa. En un momento un manatí se acercó bastante a donde estábamos nadando y un niño vino a decírmelo con emoción. Aclaraba “they’re very gentle!!”
Ya en el avión me entraron los escalofríos y empecé a notar un dolor en todo el cuerpo. Había cantado victoria demasiado rápido. Al menos ahora estoy en casa y hace frío. Como la marmota que ayer ha visto su sombra y vuelto a su guarida, vuelvo yo a la mía, a seguir con la tesis.
EL MAR
Jorge Luis Borges
Antes que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías y cosmogonías,
antes que el tiempo se acuñara en días,
el mar, el siempre mar, ya estaba y era.
¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento
y antiguo ser que roe los pilares
de la tierra y es uno y muchos mares
y abismo y resplandor y azar y viento?
Quien lo mira lo ve por vez primera,
siempre. Con el asombro que las cosas
elementales dejan, las hermosas
tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.