51. Nocturno nevado (Carmen Palomo Pinel)
La tormenta de nieve no ha llegado hasta DC, pero sí que ha pasado por Richmond, a donde tenía planeado ir hoy. El año pasado tuve mi primera experiencia conduciendo en medio de una tormenta de nieve y lo pasé fatal, así que esta vez he preferido quedarme en casa.
Con un nuevo día por delante, he tenido dos llamadas intempestivas, que me hicieron mucha ilusión. Una de ellas, de un profesor al que le escribí a raíz de la conversación de ayer con R. Es profesor de filosofía en una universidad. Estuvo en la Notre Dame Fall Conference hablando de su fascinación por las grullas trompeteras (“Whooping Cranes”). Fue una charla curiosa e inesperada, en la que he pensado con cierta frecuencia, de ahí la inspiración para escribirle. ¿Un filósofo con vocación de naturalista? Como estoy buscando mi hueco dentro de la filosofía, estoy también en la búsqueda de ciertos modelos de filósofos un poco elusivos y alternativos: como alguien que se pasa horas (y se ha pasado años) observando grullas trompeteras en un esfuerzo por entender por qué Aristóteles dice que son animales sociales y políticos, interesados en un bien común, a diferencia de otros animales gregarios que simplemente se unen para conseguir más eficazmente sus bienes individuales. En breve, lleva años tras la pregunta de qué podemos aprender de las grullas. Podría leer lo mucho que se ha escrito sobre el comportamiento de las grullas, pero no. En un empeño genuinamente aristotélico, va en busca de las grullas mismas: esta y esta, en concreto, a ver en qué andan, cuándo les da por bailar, cómo practican aquello de ser animales políticos. (Como son una especie en peligro, se pueden rastrear por GPS, así que sabe cuáles son las dos suyas y va a buscarlas cuando puede).
Le escribí el correo esta mañana y me sorprendió la generosidad: un poco más tarde me dijo que tenían snow day y estaba trabajando desde casa, así que podría llamarme mientras salía a caminar. En DC estaba haciendo bastante frío (-8), pero tengo mala señal en casa, así que también me puse el abrigo para coger la llamada en plan peripatético. Una hora más tarde volví a casa medio congelada, pero agradecida.
Más tarde, me ha enviado una nota que me guardo como lema para los próximos comienzos, como oración al Espíritu Santo, con la promesa a responder con generosidad a la mucha generosidad que he recibido: I encourage you to be bold in your writing and in your teaching to figure out a way to pursue the love of wisdom and the love of nature in a way that is lovely and beautiful and true and good.
A falta de la nieve prometida en DC, me siento a observarla en el poema.
NOCTURNO NEVADO
Carmen Palomo Pinel
La nieve es la hermana pequeña de la muerte:
toda pureza, albura,
toda sosiego y posibilidad.
Caen los copos. Ninguno igual a otro, dicen.
Los observo en silencio.
A veces, contemplar es rebelarse,
estarse quieto
la forma de revolución más pura.
Se deshacen: apenas percibidos,
a la par ya perdidos y amados para siempre.
Las estrellas titilan como signos interrogativos.
No sé cómo habitar mis propios ojos.