He ido con A. y J. a caminar por los cherry blossoms al amanecer. Suele haber menos gente y la luz de “la Aurora temprana de dedos de rosa” les sienta de maravilla: “Early the Dawn appeared, pink fingers blooming”.
Como bien lo describía el poema de ayer, gran parte del encanto de ver los cerezos es ver a la gente —“people watch”, que dicen aquí— que va a verlos. Hay muchos enamorados. Van a sacarse allí sus fotos, como quienes ven en la abundante fecundidad y belleza de los cerezos la mejor imagen del amor.



Y luego, cada loco con su tema: una chica escribiendo, estudiantes con toga y birrete, fotógrafos, quinceañeras, pintores. Todos unidos por la maravilla de unas florecillas.



El año pasado, no sé por qué, cortaron el cerezo de la Sedes Sapientiae del campus y plantaron uno nuevo, joven, que tardará unos años en alcanzar el esplendor del otro. In memoriam, una foto de hace dos años. Hoy todo está un poco más rosa en DC. Laetare!
LUZ DE MARZO
José Cereijo
En esta luz de marzo,
en esta luz estremecida y pura
que un dios benevolente trajo hoy a tu ventana
y que hace avergonzarse a tu silencio,
además de su inmensa, callada compañía,
hay una lección honda que debes aprender:
no pueden tus palabras retenerla;
no pueden mejorarla.
Acata esa belleza, tan superior a ti, y déjala perderse.
Y que el silencio sea tu forma de homenaje.